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in Cuadernos de Historia
Juan Carlos Yáñez Andrade. Los pobres están invitados a la mesa. La alimentación popular en Chile: 1930-1950
En el libro Los pobres están invitados a la mesa, el historiador Juan Carlos Yáñez aborda el problema de la alimentación popular en el período 1930-1950, en el cual se transita desde una compleja crisis económica y social hasta la profundización de un Estado interventor. Se trata de una dimensión fundamental para el estudio de la cuestión social y la reacción institucional a través de las políticas públicas. La propuesta del autor tiene el mérito de trascender el relato excesivamente centrado en el rol y las soluciones del Estado, para dar espacio a otros actores e instituciones, tales como médicos, visitadoras sociales, dietistas, municipalidades, organizaciones filantrópicas, etc. De esa manera, construye un cuadro más vívido y complejo sobre la manera en que se fue configurando, con mayor o menor éxito, una determinada forma de afrontar las carencias nutricionales y alimenticias que caracterizaban a los sectores populares de Santiago.
A lo largo del texto se referencian importantes contribuciones historiográficas en los ámbitos de la intervención del Estado, las políticas sanitarias, las relaciones laborales y de género, por nombrar solo algunas. La articulación de estas en torno al problema de la alimentación es atractiva y novedosa en Chile. A partir de este punto de entrada, el autor transita por distintas ramas de la historiografía, incluyendo elementos de la historia social, económica y de las ideas, lo que le da contundencia a su relato.
El libro está estructurado en nueve capítulos, más las conclusiones, en los cuales se abordan distintas dimensiones del problema de la (mala) alimentación popular. Estos se pueden agrupar, desde mi punto de vista, en tres categorías: diagnóstico, respuestas y su institucionalización. Dentro de la primera categoría cabría incluir los capítulos “Los médicos y el problema de la alimentación”, “Las encuestas de nutrición:1928-1938” y “Familia, salario y alimentación:1930-1950”, en los cuales se describen las condiciones de ingesta calórica, los productos más consumidos, el peso de los alimentos dentro de los escuálidos presupuestos familiares y las estrategias de adaptación a este contexto. Además, se analiza el rol de determinados facultativos del campo de la incipiente medicina social en la visibilización y construcción como problema público de los impactos de la alimentación deficiente y mal equilibrada en los cuerpos de infantes y adultos, a través de evidencias empíricas que resultaron claves para la definición de parámetros nutricionales para las distintas personas, según las funciones desempeñadas. Dicha evidencia empírica sobre los requerimientos nutricionales está, además, inextricablemente relacionada con otros debates relevantes de la época, tales como la definición de salarios vitales, el impacto de la inflación en el consumo, los discursos y prácticas sobre los roles de género, la higiene, la moralidad, la productividad laboral y el ocio y tiempo libre de los sectores populares.
Un segundo conjunto de capítulos se podría clasificar por su orientación hacia las prácticas o las respuestas al problema de la alimentación popular, desde diferentes actores e instituciones, en las que se intentó abordar uno de los grandes problemas: el abastecimiento y disponibilidad de productos sanos y nutritivos. Aquí se encuentran los capítulos sobre “Los restaurantes populares: 1936-1942”, “Las ferias libres y el problema de las subsistencias:1939-1943”, “Los programas de alimentación en la gran industria chilena (1920-1950)” y “Los huertos obreros y la agricultura familiar: 1930-1945”. De una u otra manera, esas distintas experiencias apuntan al mismo objetivo de brindar una alimentación sana y abundante de forma asequible, algunas de las cuales son el resultado de la circulación transnacional de ideas. En su conjunto, estos capítulos nos permiten tener una mirada polifónica de distintos actores y posiciones para abordar el problema de la alimentación popular; en algunos casos, trascendiendo o anticipándose a la esfera de la intervención estatal. Un punto que destacar aquí es que el autor incluye no solo al ámbito de las empresas (y sus políticas de paternalismo industrial) y la sociedad civil (tanto organizaciones comunitarias como filantrópicas), sino que también a las municipalidades, instituciones que de forma inexplicable han sido poco estudiadas por la historiografía latinoamericana, a pesar de sus múltiples funciones.
Finalmente, los capítulos “El Consejo Nacional de Alimentación. Planificando la alimentación en perspectiva nacional, 1937-1942” y “El desarrollo histórico de las dietistas en Chile: 1939-1950” dan cuenta, primero, del influjo de la medicina social en las incipientes políticas alimenticias, al alero del ministro de Salubridad Eduardo Cruz-Coke y, segundo, de las decisiones en torno a la necesidad de contar con un conocimiento especializado (hasta entonces desatendido) sobre la alimentación hospitalaria, en cuyo rol destaca el húngaro Esteban Kémeny. Ambos capítulos son un buen aporte para comprender el complejo proceso a través del cual un Estado asume un problema como propio (y sus límites), formaliza funciones y recursos para luego implementar una serie de prácticas formales e informales de abordar sus objetivos. En ese camino se transita en complejos procesos de construcción de Estado, dentro de los cuales está la demanda de nuevos conocimientos y la emergencia de nuevas profesiones y disciplinas.
En conjunto, estos capítulos no solo nos permiten entender en detalle las características, problemas y condiciones de la alimentación popular en aquellas duras décadas, también nos permiten tener una comprensión más compleja de las operaciones asociadas a la formación de una esfera de intervención social que, en las décadas siguientes, tendrá una enorme expansión. El autor nos muestra esos intersticios y transiciones desde la omisión a la inclusión de una problemática como pública, aunque en este caso, debido al marco cronológico, se trataría de una inclusión incipiente. Al ubicarse en esos intersticios, y desde distintos enfoques, nos permite no solo conocer más pliegues que el exclusivo radio de acción de los organismos centrales, sino también indagar qué hace la sociedad frente a la omisión de este. Las conclusiones sobre ello, sin duda, son útiles para los desafíos de nuestro tiempo.
El libro es interesante no solo para las y los historiadores, también es recomendable para disciplinas como el trabajo social y la administración pública, que en el día a día afrontan problemas de índole social desde la perspectiva de lo público. A lo largo de esta obra se utilizan variados tipos de fuentes, entre las que destacan las de tipo estadístico, tales como las encuestas de nutrición, de precios al consumidor y de salarios, que nos permiten una aproximación más clara a la magnitud del problema. Otras fuentes relevantes utilizadas, como monografías médicas o sociales de la época son claves, en especial ante la insuficiente información estatal, para tener una mirada más profunda sobre las dificultades que debían afrontar las familias. A esto se suma el uso de prensa, incluyendo aquella municipal, que en Chile todavía ha sido poco utilizada, pero que ha resultado ser fecunda para la reconstrucción de los espacios cotidianos.
En definitiva, Los pobres están invitados a la mesa. La alimentación popular en Chile: 1930-1950 de Juan Carlos Yáñez es una valiosa contribución al conocimiento de las condiciones de vida de las clases populares en Chile y al estudio del complejo proceso de definición e institucionalización de la intervención social. En particular, demuestra que los esfuerzos contra la desnutrición son previos a la década de los sesenta, aunque no siempre tuvieron la continuidad necesaria. El autor logra articular en un relato coherente las múltiples dimensiones y actores relacionados con la alimentación popular, lo que le da profundidad a la materia y atractivo a su lectura.
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Author
Andrés Rojas Böttner
Universidad Autónoma de Chile, Santiago, Chile, Chile